viernes, 27 de febrero de 2015

Souvenirs





Ya de vuelta de París. ¿Comment ça va tout ici?

Yo encantada de volver tras haber disfrutado de la Ciudad de las Luces.
A pesar del frío y la lluvia, aprovechamos al máximo para patear y
descubrir rincones encantadores de esta magnífica ciudad, probar
sus ricas delicatessen y tomar fotografías cuando la lluvia nos
daba un respiro.

Son tantas las fotografías que tengo por ordenar, seleccionar, editar...
que no se me ha ocurrido otra cosa que hacer algunas más para
comenzar mostrando los souvenirs que me traje de la capital francesa.




Mi lista de deseos parisinos estaba encabezada por algunos
cubiertos y manteles antiguos.




Conmigo se han venido dos preciosas piezas de tela del siglo XIX:
un mantelito adamascado en un azul muy claro con iniciales finamente
bordadas y una antigua pieza de tela de saco de harina, alargada,
con ojales en los extremos y con unas iniciales en punto de cruz. 

Curiosamente una de las iniciales es la P pero ésto ha sido totalmente
casual y de hecho no me he dado cuenta hasta sacar la pieza
para fotografiarla.




Como tenía en mente, las adquirí en uno de los muchos y fantásticos
mercados de pulgas con que cuenta París.

Quiero dedicar un post a aquellos marche aux puces que
he vistado para comentaros mi impresión sobre ellos por si
os sirve de ayuda cuando visitéis París. 




Para que os hagáis ideas de precios, cada mantel me costó 15€.

Me habían comentado que se puede regatear pero nunca he servido
para ello. Por otro lado creo que el precio estaba muy bien, teniendo
en cuenta la antigüedad, la calidad y la conservación de ambas piezas.




Los cubiertos de plata se pueden encontrar a precios muy diversos,
más bajos si se trata de piezas desparejadas.

Como yo no buscaba juegos completos, después de visitar varios
puestos encontré cuchara, tenedor y cucharilla iguales pero sueltos
a 2€ la pieza, cuando lo normal era a 5€.

No tenían el cuchillo así que me traje uno con mango de baquelita.

Encontré una jarrita de medida (un cuartillo) en aluminio por 5€.
Estaba en un estado lamentable de limpieza pero en perfecto
estado de conservación. 

Como veis, tras lavarla bien con estropajo y lejía, luce preciosa y
la estrené para servir chocolate caliente en un vaso que también me traje.





Un cambio radical para shopping, las Galerías Lafayette, templo de culto
al consumismo en un edificio espectacular que visitamos sólo por curiosidad.




Prácticamente entrar y salir porque nada de lo que había allí era
para mí objeto de deseo.




Sin embargo, sí tenía pendiente visitar Merci (Paris), tienda de
diseños innovadores que ya desde la puerta te da una elegante
bienvenida con su emblemático 600.




Los precios de Merci son bastante altos pero es que sus diseños son ideales.

Recorrimos hasta el último rincón, tomamos un tentempié en su
cafetería y compré un vaso alto de peltre que me recordó mucho
a la taza marmolizada con esmalte de uñas que os mostré aquí.




Las ruedas de sellos numeradores son antiguas y también las adquirí
en un mercado de pulgas: me enamoré de ellas nada más verlas.

El corazón de barro esmaltado es un regalo para una amiga.
Procede de un precioso puesto del mercado de flores cercano al
Palacio de Justicia, especializado en decoración de terrazas y balcones.





Ante la proximidad de la Pascua estaba repleto de huevos y conejitos.
Me traje una bolsa de plumas y plumones pensando en algún DIY,
quizás alguna corona de huevos como las que vi allí.




Aparte de algún obligado imán y otros presentes para la familia,
estos fueron todos los souvenirs que me acompañaron desde Paris.





Pequeños detalles que me harán recordar desde mi casa
esta encantadora ciudad.








jueves, 19 de febrero de 2015

París bien vale... ¡un apartamento como éste!





Aunque ya os he comentado muchas veces que soy algo perezosa para
viajar, aprovechando que Javier estará de viaje de fin de bachillerato
(Grecia), me he decidido a pasar unos días en la Ciudad de las Luces
que, aunque parezca mentira, aún no conozco.

Así pues, ¡París me espera!




Me espera la torre Eiffel, el Arco del Triunfo, Notre Dame, los Campos
Elíseos, el Mueso del Louvre...

Pero sobre todo me esperan esos pequeños rincones y callejuelas de
ambiente bohemio, los mercados de pulgas, las orillas del Sena,
los encantadores bistrot...

Y Montmartre...
Me espera este barrio donde está situado el apartamento
en el que me hospedaré y del que hoy os muestro imágenes.





Un apartamento que he alquilado a través de Airbnb y del que quedé
prendada nada más descubrirlo: chimenea, techos altos con molduras,
una maravillosa decoración, terraza con vistas a encantadores tejados
abuhardillados parisinos...

Un apartamento de exquisito estilo french chic,
¡cómo no!





Muchos conoceréis ya Airbnb, portal dedicado al alquiler de
casas entre particulares.

Es la primera vez que utilizo éste medio para buscar dónde
hospedarme y de momento la experiencia está siendo muy positiva:
buscadores amigables, calidad de las fotografías, información muy
completa sobre la vivienda, la zona, los dueños, seriedad en contacto,
privacidad de datos y pagos, recordatorio de fechas por mail y sms, etc.

Y lo que me ha encantado es su aplicación para dispositivos móviles que,
una vez llegas a la ciudad en la que está tu vivienda, te informa
sobre cómo llegar a ella, qué propuestas gastronómicas,
culturales, de ocio o transporte tienes.





La oferta de precios, zonas y tipos de vivienda es muy amplia.

Cada vez mayor porque cada vez son más los particulares que se
animan a alquilar sus casa a través de esta web.

Un pequeño detalle que Airbnb ha querido tener con nosotros
es ofreceros un descuento de 22€ para vuestra primera
reserva o de 65€ la primera vez que hospedéis a alguien
si ponéis vuestra casa en alquiler.

Podéis conseguir estos descuentos pinchando AQUÍ.







En unos días estaré disfrutando de un desayuno en esta terracita
si el tiempo acompaña (y si no también porque soy capaz de tomarlo
en pijama y chubasquero), fotografiando compulsivamente cada rincón
de mi casa parisina y de la Ciudad de l'Amour para compartirlo luego
con vosotros.




Conoceré a mi anfitrión, Laurent, que me entregará las llaves,
mostrará la casa y me explicará lo que necesito saber de ella y
los alrededores.

El primero de mi #OneLessStranger, un fantástico movimiento
para reducir el número de desconocidos en el mundo.




Espero disfrutarlo a tope y ya os contaré a mi vuelta.

Alors... ¡a bientôt!










martes, 17 de febrero de 2015

Dieta orgánica: ¿moda o concienciación?





Podemos considerar la tendencia a consumir alimentos orgánicos como
una moda pasajera y puede que sea así entre algunos que gustan de
estar a la última en todo.

Pero el concepto de alimentación sana, basada en productos que
han sido cultivados de una manera natural, sin procedimientos
químicos artificiales, con abonos o antiplagas naturales y regados
con agua natural no tratada, no es algo nuevo.

Quienes nos hemos criado en zonas rurales estamos acostumbrados
a este tipo de cultivos. Tener una huerta para consumo propio es
algo muy común en los pueblos e incluso poner a la venta el
excedente en cestas colocadas en las puertas de las casas.

Disfrutar de un tomate recién cogido de la rama, simplemente
frotándolo contra la camisa, percibiendo su aroma conforme lo
acercamos a la boca y sin atisbo de olor o sabor artificial es un lujo.

Un tomate que sepa a tomate y que huela a tomate.




Y lo mismo con la fruta.

No sé si os ha pasado a vosotros, pero para mí llega a resultar
frustrante ir a comprar verduras y frutas, sobre todo éstas últimas,
sabiendo que no voy a disfrutar de su consumo, incluso eligiendo
piezas de un precio superior.

Ya no me fijo en su aspecto, compro con la nariz, acercándola a la
barquilla de fruta para cerciorarme de que aquello es realmente un
alimento y no un elemento de adorno.

En la mayor parte de los casos, cuanto mejor aspecto tienen
menor sabor y calidad.




Hace tiempo que tengo amigos y conocidos que han decidido tener
de una manera u otra su propia cosecha de frutas y verduras.

Tienen huertos urbanos o bien han formado grupos que alquilan
un huerto en zonas próximas a la ciudad y contratan una persona
del entorno para que se encargue del cultivo y cuidado del mismo
siguiendo el método tradicional que ahora denominamos ecológico.





Los mercados de productos orgánicos son otra alternativa, aunque
debemos asegurarnos que se trata de auténtica producción ecológica.

El truco de la nariz y que ofrezcan sólo productos de temporada nos
dan una primera pista respecto a este tipo de establecimientos.

Luego en casa el aroma y el sabor al consumirlos.

Además, no se trata sólo de una cuestión de gusto sino más bien
de una concienciación general sobre el modo de vida actual, dando
importancia a los valores nutricionales y saludables de los productos
de nuestra dieta, al tiempo que se potencian los mercados locales y se
vuelve a un modo de explotación agraria ecológicamente sostenible.




Aún estamos en temporada de mandarinas y las de las imágenes,
además o a pesar de su precioso aspecto, estaban exquisitas.

Mereció la pena pagar lo que costaron y el precio no fue mucho mayor
que el de otras que he comprado tantas veces en supermercados y que
han acabado en el cubo de la basura podridas y aún sin madurar.

Éste es otro de los elementos a favor de los alimentos orgánicos.
Muchas temporadas me hago con una barquilla grande de melocotones
procedentes de Lleida: se mantenían perfectos durante más de un mes,
sin frigorífico y emitiendo un aroma maravilloso por toda la casa.

¡Frutas que huelen y saben a lo que son!












sábado, 14 de febrero de 2015

Candados de amor





Corazones, flechas, rosas rojas... son símbolos clásicos del Amor.

A ellos se ha incorporado con fuerza otro símbolo y ritual cada
vez más practicado: los candados del amor.

Esta tradición, consistente en dejar un candado identificado con nombres,
iniciales, fechas o frases en un puente, cerrarlo y tirar la llave al agua, es
una metáfora de la eternidad del amor y fue puesta de moda por la
novela de Federico Moccia, Tengo ganas de ti (2006), teniendo
como escenario el Ponte Milvio sobre el Tiber.

Muchas otras ciudades y muchos otros puentes se han convertido en
escenarios de este ritual amoroso.




Incluso en Ciudad Real, la población en la que viven mis padres.

Como os contaba aquí, hay un precioso parque con un lago
artificial presidido por una construcción en forma de proa de barco.




A la parte superior de esa construcción se accede a través de unas
empinadas escaleras metálicas que acaban en la propia proa, en la que
cada vez son más los candados del amor.

No me gustan las modas o tendencias en temas tan personales e
íntimos como los afectos.

No creo que vaya a colgar en ningún puente un candadito para declarar
mi amor eterno a alguien, prefiero algo más "nuestro" y personal, pero
no me negaréis que en este caso no sería un puntazo que te invitasen
a subir a esta construcción, te acercasen a la proa, pusieran para ti
la música de Titanic, te subieran a la barandilla, abrieseis los brazos
al viento, pusierais un candado, tirarais la llave al agua y así, como
quien no quiere la cosa, vivierais en primera persona una
sesión doble de cine...

Todo ello pensando que nunca nadie antes había declarado su amor
eterno de una manera tan única y original, ¡claro!




¡Feliz día del Amor!